
(El Mundo) Las tropas británicas tratan de conquistar Estados Unidos con el ataque de una arcaica flota que se enfrenta a los modernos aviones de combate del Gobierno de Bush. El complot, en el que están implicados la Unidad Antiterrorista de Los Ángeles y su agente Jack Bauer, fracasa. La Reina de Inglaterra recibe por teléfono la noticia. Sentada en su trono de Buckingham Palace, su majestad reacciona con un lacónico 'Ah, sí', saca una pistola y se dispara un tiro en la boca. Sus restos se esparcen por la pared y cae muerta al suelo.
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